Nuevos caminos hacia el socialismo en el siglo 21

10/08/2010
Algunas tesis y conceptos y su relación al proceso reciente en Venezuela
Gernot Bodner
Si bien las revoluciones siempre han destruido estructuras viejas, lo que se ha revelado como más difícil de lo esperado era la construcción de un nuevo orden económico socialista (la llamada “socialización” de los medio de producción). Ninguno de los intentos de transición socialista, ha superado una división de trabajo social esencialmente jerárquica y especializada. En resumen: El objetivo principal del socialismo - la transición de una orden económico-social que se impone inconcientemente sobre los seres humanos hacia una sociedad controlada y dirigida conciente por el hombre (“que produce su propia historia”, como decía Marx) – no se ha logrado hasta ahora. Ante la crisis, hoy es urgente preparar las herramientas para un próximo intento de vencer el capitalismo.
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Los conceptos resumidos en este trabajo son resultado de alrededor de tres años de discusión intensa. Los entendemos como conclusiones preliminares, concientes que son lejos de constituir una nueva programática conclusa para la transición al socialismo. Sin embargo pensamos que pueden ser un posible punto de partida para ulteriores desarrollos teóricos colectivos. Por lo tanto los participantes en los debates que se ha llevado a cabo hasta ahora quieren continuarlos dentro de una cuadro lo mas amplio posible. Amplio en lo teórico, donde la situación actual del marxismo no puede prescindir de diferentes puntos de vista, pero siempre sobre la base de una común identidad militante, revolucionaria y antiimperialista en lo político. Es nuestra esperanza que podemos incentivar el imprescindible debate sobre un nuevo proyecto comunista con estas tesis e invitamos a todos los interesados a dar su aporte.
El texto que presentamos primero esboza los conceptos teóricos sobre algunos puntos (revolución, teoría, Estado, economía, síntesis), para después (marcado cursivamente) relacionarlos como herramienta interpretativa a elementos del proceso bolivariano en Venezuela.

1. Cuales son las condiciones previas para un transformación revolucionaria de la sociedad?
Una transformación que cuestiona el modelo capitalista como tal (y no sólo ciertos “excesos”) requiere como prerrequisito la existencia de una ruptura social e ideológica profunda dentro de la sociedad. Entendemos como ruptura social que prevalece una abismal distancia en la vida cotidiana de las clases sociales (en terminología moderna unos políticos occidentales hablan temerosamente de “sociedades paralelas”). En cambio, ruptura ideológica significa que el orden habitual de cosas deja de ser percibido por las masas como estado natural, sino como proyecto político arbitrario de una elite. Estos dos momentos marcan una crisis de hegemonía del bloque dominante que puede encausarse en una transformación revolucionaria.
A partir de los años 50 (pacificación de Europa después de la segunda guerra mundial), los centros imperialistas han logrado superar tanto la ruptura social en sus sociedades (Estado de bienestar, economía social de mercado) como también aquella ideológica (integración del movimiento obrero, marginación de los partidos comunistas), integrando a las clases sociales en una ampliada clase media, soldada ideológicamente en la sociedad de consumo. La revolución se ha hecho un fenómeno ajeno a los centros (las excepciones entre 1968 y 1977 en Europa de Sur confirman la regla), refugiándose en los países coloniales y neo-coloniales del “Tercer Mundo”.
Después de dos décadas de neoliberalismo el consenso social en los centros del occidente empieza a minarse (vea la llamada “generación de 700 Euros” en Grecia, o los “Banlieus” de Paris y otros periferias urbanas). Si bien la crisis actual acentuará esta tendencia de retorno de un capitalismo desencadenado a los centros y revela claramente la arbitrariedad política de las elites a favor del capital (vea los paquetes de rescate para los bancos), no ha cuestionado todavía en mayor grado el dominio ideológico de las elites en occidente. El bloque hegemónico capitalista todavía goza de una precaria, pero suficiente estabilidad.
En el Tercer Mundo la crisis social ha sido una constante. El fuerte repliegue de los movimientos revolucionarios de masa a partir de los años 80 se explica por un lado por las modificaciones de la estructura social provocada por el neoliberalismo, desorganizando así vanguardias sociales históricas, y por el otro lado por las derrotas de los grupos dirigentes en los procesos de liberación, dentro del cuadro contrarrevolucionario internacional, lo que provocaba una profunda crisis de perspectivas alternativas.
Las ideas mesiánicas del Islam político son una respuesta moderna a esta crisis. Es un fenómeno nuevo de resistencias que constituyen un desafío importante para un proyecto neo-comunista, tanto por su compleja comprensión teórica como también por la necesidad de definir una relación política oportuna con estos nuevos sectores antiimperialistas.

El radicalismo relativo de la transformación en Venezuela tenía su base objetiva en la crisis económica prolongada que termina en crisis de régimen. El ataque social abrupto de la austeridad dictada por el FMI en 1989 y el consiguiente estallido social se vuelve catalizador para terminar el modelo bipartidista tradicional. Esto da lugar a un nuevo grupo dirigente alrededor de Hugo Chávez que se muestra capaz de llenar el resultante vacuo político. La profundidad objetiva de la crisis social, la movilización de las esperanzas de las clases pobres por el comandante Chávez y la polarización provocada por las viejas elites (golpe, sabotaje petrolero) resultan – a pesar de la formalidad democrática del proceso - en una ruptura relativamente profunda con el estima político-económico capitalista comparado con procesos símiles en otros países latinoamericanos.

2. Es necesario concretar la “posibilidad de otro mundo”
La multitud de fenómenos de crisis del sistema capitalista moderno (crisis financiera y económica, crisis social, crisis ecológica, crisis cultural y moral, crisis de perspectivas) permite hablar de una época de decadencia del capitalismo. Sin embargo esta afirmación requiere mucha cautela (demasiadas crisis finales del capitalismo ya han sido declaradas), para no confundirlo con posibilidades revolucionarias actuales. (1) Desde la perspectiva del movimiento político-social, el problema central de un período de crisis siempre reside en las posibilidades subjetivas (el lado activo de la historia). Que la crisis no lleve a una “revolución pasiva” (Gramsci) que adapta la arquitectura del sistema y renueva su bloque dominante, sino que desemboque en una revolución popular que lo derroca para construir un orden nuevo.
Tradicionalmente la teoría revolucionaria marxista concebían dos fases separadas en el proceso de transformación de la sociedad: primero el derrocamiento del sistema existente y segundo la construcción de la nueva sociedad sobre las “cenizas” de aquella vieja. Un programa político que puede servir como guía estratégico para el accionar revolucionario requiere una definición de la relación compleja entre estas dos fases. Por un lado hay que considerar que:
 el rechazo masivo del sistema dominante por las masas no es resultado de su iluminación racional-humanista por parte de unos intelectuales críticos, sino siempre contiene un importante momento espontáneo. (2)
 arrancar las masas de su cotidianidad pasiva (por resignación, acomodación, temor o intimación) también requiere el catalizador de erupciones dentro del bloque dominante. Estos momentos sólo parcialmente son influenciables y previsibles por la organización revolucionaria.
 la asimilación de un programa político revolucionario por la conciencia de amplias capas populares lo da un fuerte aspecto mesiánico irracional. Esto no es válido sólo para movimientos religiosos, sino también para ideologías seculares como el marxismo. Sólo un cierto grado de mesianismo permite la necesaria dedicación y sacrificio para enfrentar el poder dominante tradicional.
Al mismo tiempo es cierto que:
 el programa revolucionario no puede limitarse a preparar el “asalto final” del poder, sino debe existir también para los tiempos de no-actualidad de la revolución. (3) El movimiento comunista revolucionario ha dedicado demasiado poco esfuerzo a la concreción de la consigna leninista de “vencer la separación entre programa mínimo y máximo”, desarrollando propuestas políticas concretas y genuinas para aquellos tiempos no revolucionarios, poco espectaculares de la historia. (4)
 Después de las experiencias de transición acumuladas durante el siglo 20, sería irresponsable y de poca seriedad si un nuevo proyecto de transformación socialista de la sociedad no se haga pensamientos concretos sobre modelos de funcionamiento posible y vías de transición a un orden socio-económico y político pos-capitalista.
“La tarea del revolucionario es hacer la revolución” (Che Guevara). La tarea del comunista será hacer realidad el comunismo. Hay que trabajar para desarrollar el lado concreto de la utopía comunista. (5)

En Venezuela la elección de Hugo Chávez como presidente en 1998 ha despertado una actividad sin precedentes de las masas bajo la bandera del “bolivarianismo” y del “socialismo del siglo 21”. Estos conceptos han dado al movimiento venezolano su mito movilizador, una cohesión ideológica y una base ética. Sin embargo, como los procesos de transformación combinan mesianismo futurista con esperanzas de vivir mejor inmediatas, las banderas de movilización tienen que traducirse en programa integral concreto. Como combinar reforma social e institucional (Estado de bienestar, diversificación económica) con rupturas revolucionarias (poder popular, economía social) en una nueva programática socialista se ha vuelto una tarea urgente a resolver para el proceso. Para llegar mas allá de la denuncia de lo viejo y del distanciamiento retórico del “socialismo del siglo 20.”, hace falta un intercambio marxista internacionalista sobre razones del fracaso de los intentos pasados (razones estructurales objetivas vs. razones subjetivas de errores programáticos), nuevos fundamentos socio-económicos de la sociedad moderna y su implicación para un ordenamiento socialista, y una síntesis de las experiencias concretas recientes de poder popular local/sectorial en varios países.

3. Estado tradicional, democracia desde abajo y doble poder prolongado
El componente político-institucional de la autodeterminación humana – objetivo fundamental del socialismo – es la superación del Estado tradicional jerárquico por una democracia directa desde las bases. Esta alternativa requiere rupturas estructurales con la institucionalidad tradicional como forma de organización social, junto al desarrollo de capacidades suficientes en el pueblo para ejercer su autodeterminación. Así el proceso de transformación del Estado consiste en una dialéctica entre posibilidades y capacidades para la autodeterminación. Los elementos de esta dialéctica son:
 Un grado suficiente de seguridad geopolítica como condición externa (no existe democracia en situaciones de guerra).
 Una rutina institucionalizada en la toma de decisiones colectivas de abajo hacia arriba del individuo.
 Una revolución cultural que general una ética social del actuar solidario y responsable hacía el colectivo
 Un proceso educativo que extiende capacidades técnico-administrativas a una mayoría de la sociedad.
En síntesis, superar el viejo Estado jerárquico se da en el proceso de transformar la división “vertical” del trabajo (6) que ha sido una característica fundamental de todas las sociedades de clase.
El problema de la burocracia parece ser un fenómeno estructural que se presenta en todo proceso de transición hacia un orden pos-capitalista donde la donde el funcionamiento económico-social pasa de ser producto de procesos “objetivos” (enajenados) del mercado y se vuelve producto de la decisión política. Una primera razón se debe al inevitable agotamiento de la actividad democrática de masas. Sólo en momentos excepcionales y cortos de la historia (revolución, período pos-revolucionario, guerra) se ha conocido la participación política de una mayoría popular (momentos marcados también por la debilidad de la institucionalidad estatal). Las hondonadas de la cotidianidad cuando la revolución se ha institucionalizada rápidamente marginaron esta vida democrática participativa (7).
Una segunda razón se debe a la existencia de intereses divergentes en la sociedad (8). La burocracia representa una forma centralista de establecer consenso entre los intereses existentes en la sociedad, sin que estos intereses lleguen a un acuerdo entre si de forma democrática y directa. En esto se expresa la división vertical del trabajo heredada de las sociedades de clase donde la toma de decisiones políticas no es “cosa pública” sino profesión de expertos.
Ante la necesidad de síntesis entre intereses divergentes y potencialmente en conflicto que existen y existirán en cada sociedad (sin que sean necesariamente antagónicas como en las sociedades de clase) hay que constatar: más democráticas son las estructuras decisivas de una sociedad, más harmónicas serán sus posibilidades a resolver sus conflictos y llegar a un consenso entre sus partes diferenciadas. Los partidos políticos son una forma condensada de conflictos antagónicos. (9) De ahí en una sociedad democratizada dejarán paso a formas mucho más dinámicas y múltiples de articulación y coordinación de intereses. (10)
Hay que partir del hecho que la coexistencia prolongada de formas de poder tradicional desde arriba (burocracia) y nuevas formas de poder democrático desde abajo (poder popular) es inevitable en el proceso de transición al socialismo. Esta coexistencia se puede concebir e organizar como doble poder prolongado. La revolución no terminará el conflicto entre viejas y nuevas estructuras de poder. Pero contrariamente a situaciones de doble poder en el capitalismo (caracterizado por su duración corta que rápidamente termina con la victoria de un bando sobre el otro) la relación entre los dos polos de poder sería cualitativamente nueva y tendencialmente más harmónica en una sociedad pos-capitalista en transición. El doble poder posibilita la necesaria continuidad y funcionamiento del Estado central como organizador de la sociedad para un tiempo imprevisible en la transición al nuevo orden socialista. Al mismo tiempo permite construir la nueva rutina política del autogobierno popular que ya figura como ente controlado de las instancias centrales del poder estatal (mejorar su eficacia, luchar contra la corrupción, combatir comportamientos de arrogancia frente al pueblo, intervenir contra cualquier seña de alienación de los dirigentes del pueblo). De lo que se trata en la transición es transferir cada vez más poder (legislativo, ejecutivo y jurídico) a las instancias de base, y así transformar la burocracia estatal de un poder político en un ente sirviente-administrativo. Este proceso de cambio continuo de la correlación de poder en el camino hacia el socialismo tomará formas cambiantes, que pueden conocer etapas de evolución, pero también aquellas de nuevas rupturas revolucionarias.

En el proceso venezolano las situaciones excepcionales (2002-2003) eran marcadas por el más elevado activismo de masas. Con la consolidación del poder bolivariano a partir de la mitad del 2004 (referendo revocatorio), el protagonismo popular en la calle se ha reducido (11). A pesar de iniciativas del propio presidente Chávez (vea su discurso “El salto adelante” de Noviembre 2004) para fortalecer el poder popular contra la burocracia institucional, el joven movimiento popular bolivariano sólo puntualmente ha logrado retomarlas y concretizarlas para sustituir a las instituciones tradicionales (en aquellos puntos donde ya existía un grado elevado de organización con movimientos de más larga tradición revolucionaria). El conflicto entre el poder popular en surgimiento y la elite burocrática (“boli-burguesía”) no está resuelto. Ante esta amenaza, los movimientos populares diferenciados territorialmente y socialmente (urbano, campesino, obrero,…) como motor del poder popular tienen el desafío de alcanzar una mayor coordinación de sus intereses y dinámicas en una agenda política común.

4. División de trabajo, fuerzas productivas nuevas y “acumulación primitiva socialista”
Si bien las revoluciones siempre han destruido estructuras viejas, lo que se ha revelado como más difícil de lo esperado era la construcción de un nuevo orden económico socialista (la llamada “socialización” de los medio de producción) mas allá de cambios (ciertamente imprescindibles) en el poder político y en las relaciones jurídicas de propiedad (“estatización”). Ninguno de los intentos de transición socialista, ha superado una división de trabajo social esencialmente jerárquica y especializada (vea la continuada separación entre trabajo manual e intelectual o, como caso particular, entre políticos y pueblo trabajador). En resumen: El objetivo principal del socialismo - la transición de una orden económico-social que se impone inconcientemente sobre los seres humanos hacia una sociedad controlada y dirigida conciente por el hombre (“que produce su propia historia”, como decía Marx) – no se ha logrado hasta ahora.
Ante el Estado burgués, Marx llega a la conclusión (en su escrito sobre “La guerra civil en Francia”, 1870-1871) que una revolución no puede simplemente tomar el viejo aparato de Estado y utilizarlo para sus fines nuevos. Lo mismo vale en gran parte también para las fuerzas productivas capitalistas y su utilidad para un nuevo orden socio-económico socialista. La forma de las fuerzas productivas no es neutral, así que las fuerzas productivas de la gran industria difícilmente son separables de la división de trabajo capitalista – desde el mercado mundial globalizado, pasando por el ordenamiento territorial (ej. la relación entre campo y ciudad) hasta las jerarquías de trabajo en las empresas.
Marx sostenía que la emancipación socialista será resultado del desarrollo de las fuerzas productivas, del crecimiento de la productividad y de la riqueza social: sólo una sociedad rica pudiera emanciparse del trabajo enajenado y de las cadenas de la división de trabajo. Es cierto que este concepto exprime una verdad elemental: quien es obligado a luchar por su supervivencia, poco tiempo puede dedicar al autogobierno democrático, a su educación y a la cultura. Cuando una sociedad no puede garantizar las necesidades básicas a todos sus integrantes, cualquier experimento de desarrollo alternativo más allá del crecimiento cuantitativo es problemático.
Sin embargo, hay que constatar que la “liberación” de las fuerzas productivas modernas de sus “cadenas capitalistas” de propiedad privada por los socialismos del siglo 20 no han acercado a la sociedad a su emancipación del trabajo alienado. Si definimos el socialismo como mayor grado de autodeterminación del individuo como ser social sobre su propia vida dentro del colectivo, es obvio que esto requiere una sólida base económica. El tiempo de trabajo necesario para garantizar la reproducción de la sociedad es el férreo límite objetivo para el grado de independencia que pueda gozar el individuo y de libertad de decisión para el colectivo social. Sobre esta base no sirven ni el sueño sobre un futuro lejano de liberación total del trabajo en un paraíso de abundancia, ni tampoco aquel sobre un pasado lejano de autarquía total de pequeñas unidades como estrategia emancipadora. El primero ha terminado en legitimar la perpetuación de la vieja división de trabajo y los paradigmas de crecimiento heredados del capitalismo. El segundo, a parte de su escaso realismo, corre peligro de subestimar el significado del progreso tecnológico que se requiere para garantizar las necesidades materiales básicas de la sociedad. Sin esto el colectivismo rápidamente producirá nuevos egoísmos y particularismos. La satisfacción de las necesidades básica para todos los miembros de la sociedad es una responsabilidad social que es superior a las libertades democráticas individuales. Esto implica que el crecimiento cuantitativo y una productividad alta (reducción de las horas necesarias de trabajo) pueden seguir siendo metas de la actividad económica también mas allá del capitalismo, incluyendo la aplicación de los relacionados indicadores de eficacia y rendimiento (rentabilidad).
A pesar de esto son necesarias las siguientes limitaciones a lo afirmado antes: Primero, las fuerzas productivas capitalistas no son resultado del impulso a la optima satisfacción de necesidades sociales, sino de la maximiza ganancia privada. Es cierto que el capitalismo ha aumentado la riqueza de la sociedad como ninguna formación histórica antes, porque maximización de ganancia, productividad del trabajo y producción de bienes en masa son ligadas de forma contradictoria. Sin embargo, el criterio de la ganancia ha llevado a:
 Un crecimiento desigual e inarmónico de las fuerzas productivas (zonas de crecimiento vs. zonas de decline)
 La falta de utilización de amplios potenciales productivos e intelectuales (vea el des- y subempleo de masas como expresión mas virulenta; también el no-desarrollo de nuevas tecnologías competitivas al modelo petrolífero; etc.), e incluso la destrucción masiva de capacidades económicas en crisis y guerras.
 La creación de necesidades artificial de consumo y el desarrollo de fuerzas productivas no-sostenibles (industria de guerra, industria automovilística, etc.)
Segundo, la forma de un aparato productivo y sus indicadores de eficacia dependen íntimamente de los objetivos de desarrollo de la sociedad que cambiarán con el socialismo. El productivismo (industrial) y sus indicadores en muchos aspectos no van a sirven para tales objetivos nuevos (sostenibilidad ecológica, cualidad del producto, sanidad de las condiciones laborales, creatividad, innovación, formación cultural, participación democrática). Mientras que la meta económica del crecimiento cuantitativo requiere mayor productividad (reducción de las horas de trabajo necesarias; pero también la movilización de capacidades productivas no-utilizadas por el capitalismo), otras metas de la producción socialista se alcanzarán más bien con la transformación del trabajo mismo (cambios en la organización y división del trabajo, trabajo como acto productivo social y creativo). Esta transformación del contenido del trabajo puede contribuir a mayor grado y en un tiempo mas corto a la emancipación de ser humano - no del trabajo en general, sino del trabajo enajenante como sufrimiento diaria (12).
Queremos introducir el termino “acumulación primitiva socialista” con nuevo significado para definir un estadio de transición donde se construye un nuevo aparto productivo al servicio y marcado por los nuevos objetivos de desarrollo de una sociedad no-capitalista. Cada experimento nuevo requiere subvenciones para establecerse y demostrarse exitoso frente a los procesos rutinarios. La transferencia de ganancia de sectores capitalistas de la economía hacia los nuevos espacios de producción y distribución alternativas (ej. innovaciones y nuevas tecnologías, infraestructura, desarrollo productivo regional) y su protección del mercado mundial son desafíos esenciales para la transición a un nuevo orden socioeconómico con sus propias fuerzas productivas (13).

Venezuela es un caso extremo de una nación cuya formación moderna ha sido marcada por la economía capitalista del petróleo. A parte de la destrucción del medio ambiente, esta fuerza productiva altamente moderna y rentable ha producido una sociedad exageradamente urbanizada con una cultura hegemónica de sus elites y clase media altamente consumista y rentista, y su producción nacional destruida por las importaciones. No será por cierto la industria petrolífera que lleva Venezuela al socialismo, sino su superación positiva. En el proceso bolivariano han surgido intentos interesantes para un modelo de acumulación alternativo como el caso de las empresas de producción social integradas en planes de desarrollo regional integral, o los casos del control y la administración obrera. Es obvio que estos experimentos requieren apoyo y subvención estatal (ej. créditos ventajosos) que va en ruptura con la perversa lógico mono-productor de una económica sólo al servicio de la demanda en el mercado mundial. En última instancia esto son elementos de “acumulación primitiva socialista” a través de la transferencia de ganancias petrolíferas a nuevos círculos de reproducción. Que el proceso bolivariano, a parte de las cuestiones de soberanía y diversificación económica, también conoce la discusión de cuestiones “estética” como la producción ecológica, la formación durante las horas laborales o el ocio creador muestra que un proceso revolucionario hoy ya no puede ignorar aquellas nuevas necesidades de la sociedad moderna.

5. Síntesis: La asociación de comunas como formación socioeconómica para alcanzar la autodeterminación socialista
Podemos resumir como desafíos centrales para una sociedad en transición al socialismo los siguientes puntos:
 Desarrollar un aparato productivo al servicio de un nuevo modelo de acumulación y reproducción de la sociedad.
 Vencer la división tradicional de trabajo en la producción (horizontal) y en la toma de decisiones (vertical).
 Crear una nueva institucionalidad que permita la democracia popular con el mayor grado de participación directa posible.
 Elaborar mecanismos para determinar las necesidades de consumo e inversión productiva y coordinarlas con las posibilidades productivas existentes.
 Transformar la ética social y las relacionadas necesidades de consumo (revolución cultural).
El socialismo del siglo 20 propuso el modelo de la “economía central planificada” para permitir la transición al socialismo y al comunismo (i.e. para que la sociedad recupere su poder sobre las fuerzas productivas creadas por ella misma, para vencer las “leyes ciegas” y la “anarquía” del mercado y subordinar sus capacidades productivas a sus objetivos colectivos determinados democráticamente).
Sin embargo este modelo de sociedad transitoria se revelaba altamente inadecuado para casi todas las metas genuinamente socialistas – y finalmente también en aquel auto-proclamado objetivo de “alcanzar y superar” a los países occidentales en la “competencia entre sistemas”. La “economía central planificada” no era en grado de coordinar la producción con las necesidades de consumo e inversión (expresión de esto fue la línea de reformas de tipo mercantil de Liberman en 1962) y así desenvolver una dinámica superior al sistema capitalista y sus crisis cíclicas. En cambio, llevó a una excesiva burocracia como nueva forma de enajenación del pueblo del control sobre el quehacer político y económico en vez de permitir el control democrático de la sociedad sobre su propio destino como se esperaban los constructores del primer Estado soviético.
Nosotros pensamos que es preciso volver a la idea de Marx sobre la sociedad socialista como “asociación de comunas” que podría ser el concepto básico para pensar una sociedad emancipada. Sin desarrollar plenamente este aspecto (14), queremos mencionar algunos elementos:
 La democracia asamblearia como forma más participativa y directa de la toma de decisiones inevitablemente requiere unidades pequeñas como pueden ser comunas territoriales.
 La democracia asamblearia a nivel comunal puede ser la manera concreta para transformar la sociedad civil en sociedad política organizada en grado de ejercer su rol protagónico como soberano real y permanente sin transferir el poder decisorio a una burocracia a la cabeza de un poder constituido alejado del soberano (Estado).
 Incentivar la reproducción económica comunal mejoraría el uso de los potenciales productivos existentes en la sociedad y serviría como sustento a una cierta autonomía comunal. Esto puede generar unidades sociales y productivas con derechos iguales y con el menor grado de desigualdades posible y así volver relaciones de competencia en relaciones de cooperación. Reducir las dependencias económicas objetivas permitiría por primera vez en la historia pensar en la constitución de la sociedad como acto conciente de asociación voluntaria.
 En una sociedad emancipada de las desigualdades sociales y políticas estructurales (diferencia de clase) la coordinación de la demanda para el consumo y la inversión con las posibilidades de producción se vuelve más un problema técnico que uno social y político. La asociación de comunas facilitará y democratizará la coordinación de planes de desarrollo estratégicos de la sociedad, mientras que la reproducción regional y local puede servirse de mecanismos flexibles con planes parciales o el uso de mecanismos de mercado.

El proyecto de reforma constitucional venezolano del 2007 contenía ideas para una sociedad comunal a realizarse a partir de un reordenamiento territorial del país basado en la figura democrático-participativa de los consejos comunales y su coordinación en ciudades federales como polos de desarrollo socioeconómico. Como esta propuesta no encontraba una mayoría (no por último porque la burocracia de Estado parecía haber sentido su potencial perdida de poder), su ulterior desarrollo y concreción sólo se ha visto a nivel local por vía de los movimientos populares. Nuevamente la encrucijada del proceso de transición (profundización de la revolución) se centra en una resolución positiva de la contradicción entre poder popular emergente (consejos comunales, comunas) y el poder político-económico central (burocracia).

Gernot Guillermo Bodner, Campo Antiimperialista, 9.8.2010

NOTAS:
(1) Queremos recordar que las épocas de decadencia de formaciones históricas como el imperio romano cubrían siglos con repetidos disturbios internos y grandes cambios de correlación de fuerzas geopolíticas.
(2) Espontáneo en el sentido de Gramsci no significa que las masas salen a la lucha instintivamente, con conciencia limpia y virgen que sólo espera a que el partido lo rellene de contenido. En cada momento histórico existen figuras, grupos, capas dirigentes en las masas que pueden servirse de elementos distorsionados de la ideología dominante en la lucha de clases. De ahí la lucha puede presentar formas poco deseables para los intelectuales “políticamente correctos”, incluso momentos reaccionarios. Esto hace la relación concreta entre partido y masas un asunto politico mas complicado que la izquierda académica pueda pensar. (vea. A. Gramsci: Espontaneidad y dirección conciente. Cuadernos de la Cárcel. 1931)
(3) Lukacs sostiene que la política de Lenin sólo se puede entender ante la actualidad histórica de la revolución (vea G. Lukasc: Lenin: Un estudio sobre la unidad de su pensamiento, 1924). Gramsci parece haber entendido claramente la problemática de un “leninismo occidental” con la derrota de las posibilidades revolucionarias inmediatas después del bienio rojo del 1919/20.
(4) La socialdemocracia se ha dedicado con cierta creatividad a esta tarea (vea el famoso libro de E. Bernstein: Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, 1899). Algo comprensible desde su perspectiva reformista, pero ningún motivo suficiente para escapar de esta tarea para los leninistas de hoy.
(5) Después de un siglo de intentos socialistas reales, es demasiado simple liquidar la tarea de la elaboración de un concepto de transición y un ordenamiento pos-capitalista lo mas concreto posible con la simple referencia a Marx que dijo “el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual.” (Ideología Alemana) y que los comunistas “no profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.” (Manifiesto Comunista).
(6) El concepto de división vertical y división horizontal de trabajo es desarrollado ampliamente por Rudolf Barho en su crítica al socialismo real en la RDA. Bahro concibe la extinción del Estado como superación de la división vertical de trabajo. (vea. R. Bahro: La Alternativa. Crítica al Socialismo Realmente Existente. 1972)
(7) Vea el análisis de Veljko Rus „La institucionalización del movimiento revolucionario“. El articulo forma parte de una excelente colección de autores del “Grupo Praxis” que encabezaba el marxismo crítico en Yugoslavia entre 1963 y 1975. (vea: R. Supek, B. Bosnjak: Marxismo y critica del socialismo de Estado. 1971. No es de nuestro conocimiento si existe una edición española del libro.)
(8) Es sumamente erróneo liquidar el problema de la representación democrática con la dictadura del proletariado. El esquema simplificado “proletariado como clase homogénea – Estado proletario como reflejo de sus intereses históricos” ha debilitado gravemente las necesarias reflexiones marxistas sobre una estructura democrática pos-capitalista.
(9) Sería importante estudiar el fondo de clase de la “homogenización” de los partidos políticos en occidente en un mismo bloque neoliberal-imperialista con diferencias sólo graduales. Se impone una interpretación de este fenómeno en relación a la aristocracia obrera de masas que se ha formado en los centros imperialistas en la época del pos-guerra. Esto también indicaría la base objetiva para el estado transitorio de la crisis de la “forma-partido”.
(10) No tratamos aquí nuestras tesis sobre el papel del partido comunista en el proceso de transición. Esperamos volver a este tema en un trabajo futuro. Sin compartir plenamente su posición, es interesante el concepto educador de la “liga comunista” de Bahro.
(11) Vea el análisis de Vladimir Acosta en http://www.aporrea.org/ideologia/n107699.html
(12) Vale notar aquí que incluso autores como Herbert Marcase cambiaron su prospectiva. Mientras que al inicio concebían el socialismo como liberación progresiva del ser humano del trabajo (aumento del tiempo libre debido a una mayor productividad), en sus escritos tardíos explícitamente critican esta visión e insisten en la transformación del trabajo mismo como camino principal de la emancipación. H. Marcase: Libertad y necesidad. Notas sobre una redefinición. En: Marx y la revolución. 1970.
(13) La diferencia a E. Preobrazhensky (La nueva economía. 1926), que introdujo el termino de la “acumulación primitiva socialista”, residen en que este autor y revolucionario ruso concebía la transferencia de valor de la económica campesina a la industria moderna que consideraba, como fiel marxista ortodoxo, mas adapto y cercano al socialismo. Nosotros en cambio consideramos que la plusvalía de los sectores más rentables en el mercado capitalista deben servir para construir el nuevo aparato productivo socialista.
(14) Quien mas ampliamente desarrolló este concepto como posible alternativa al “socialismo de Estado” era Bahro en el último capitulo (Sobre la economía de la revolución cultural II) de su libre La Alternativa.