El ejército israelà­ ataca la Clà­nica de Beit Sahur

26/01/2003

Carta de Dr. Mayed Nassar

Beit Sahur, Palestina, 17 de enero de 2003
Fuente: C.S.C.A.

"Se fueron y nos quedamos, no con miedo sino tristes al ver la clà­nica en tal estado de desastre. Los amigos vinieron y nos quedamos allà­ toda la noche porque la clà­nica estaba totalmente abierta. A eso de las 7 de la mañana empezamos a reparar las cosas y a limpiar. A pesar del vigente toque de queda, pudimos acabar el mismo dà­a. A media tarde todo estaba en su sitio como antes. El equipo de emergencia ha vuelto a trabajar como de costumbre. Aquà­ seguimos."

"Estimadas/os amigas y amigos:

El pasado 16 de enero, poco despuà©s de las 22:00 horas soldados israelà­es atacaron la clà­nica de Beit Sahur [1]. Hasta el 13 de enero de 2003, tenà­amos un equipo de emergencia permanente y de 24 horas en la clà­nica. Aunque todavà­a estábamos en situacià³n de toque de queda, que nos fue impuesto el pasado 22 de noviembre de 2002, decidimos cerrar el servicio nocturno para tomar unos dà­as de descanso y recuperarnos de la fatiga acumulada.

Oà­mos una explosià³n y algunas descargas. El alcalde de Beit Sahur me llamà³ al igual que lo hicieron otros amigos poco despuà©s para decirme que los soldados israelà­es estaban golpeando la puerta de hierro de la clà­nica para abrirla. Habà­amos tenido una muy mala experiencia el pasado mes de abril cuando mataron a Atallah Hayek, de Beit Sahur en circunstancias muy similares. Habà­a conducido hasta un edificio de apartamentos de su propiedad cuando los vecinos le llamaron para decirle que los soldados estaban forzándolo para entrar. Le dispararon fatalmente cuando todavà­a estaba en su coche, tratando de convencer a los soldados de que à©l mismo les abrirà­a las puertas del edificio, y sangrando hasta morir antes de que una ambulancia pudiera llegar.

Decidimos esperar. Yo no vivo lejos de la clà­nica y pude oà­r la conmocià³n y los golpes sobre las puertas de hierro desde el balcà³n de casa. Al mismo tiempo, los soldados tiraron una bomba de sonido que detonaron a la entrada de la clà­nica. Hallamos el residuo delante de la puerta. Recibà­ otras llamadas un poco despuà©s de los vecinos para decirme que los soldados habà­an entrado a la clà­nica. Sobre las 23.45 de la noche, recibà­ una llamada de los soldados:

- "Mi nombre es capitán tal y tal... Estoy en la clà­nica y quiero que està©s aquà­ dentro de cinco minutos".

- "Si, ya se que estáis en la clà­nica. Pero hay toque de queda y tus soldados dispararán".

- "No, no lo harán".

- "Asegúrate de decirles que no disparen. Además, ¿cà³mo sabrán que soy yo?"

- "Cuando te vayas acercando a la clà­nica simplemente grita mi nombre y los soldados lo
sabrán".

- "Mi esposa viene conmigo a la clà­nica, asà­ que advià©rteles que serán dos las personas que se acerquen".

Cuando llegábamos a la clà­nica, grità© su nombre y seguimos hasta que alcanzamos a la entrada. Habà­a por lo menos cuatro jeeps y un camià³n más grande. Los soldados habà­an rodeado el edificio. El soldado que hablaba un árabe muy bueno nos dijo que nos quedásemos afuera hasta que los soldados acabaran la inspeccià³n. Dijo que estaban buscando terroristas, que podrà­a haber disparos y que era por nuestra propia seguridad.

`Cuestià³n de seguridad`

Finalmente, alrededor de la 1 de la madrugada, unos 12 soldados salieron del edifico y entramos en la clà­nica juntos. Todas las puertas habà­an sido forzadas y sus marcos estaban dañados. Algunos habà­an sido extraà­dos incluso de la pared. Como el tiempo estaba lluvioso y habà­a fango en la calle, en todas las salas habà­a huellas de barro. Hasta el quirà³fano estaba sucio. El falso techo, que habà­a sido dañado, se hundià³.

Antes de que se fueran, el soldado me asegurà³ que esto habà­a sido necesario porque era una cuestià³n de seguridad. Le dije que tenà­a mi número de telà©fono y que tambià©n sabà­a el número del alcalde y que habrà­amos podido abrirles las puertas sin necesidad de destrozarlo todo.

Se fueron y nos quedamos, no con miedo sino tristes al ver la clà­nica en tal estado de desastre. Los amigos vinieron y nos quedamos allà­ toda la noche porque la clà­nica estaba totalmente abierta. A eso de las 7 de la mañana empezamos a reparar las cosas y a limpiar. A pesar del vigente toque de queda, pudimos acabar el mismo dà­a. A media tarde todo estaba en su sitio como antes.

El equipo de emergencia ha vuelto a trabajar como de costumbre. Aquà­ seguimos.

Dr. Majed Nassar, director de los Comità©s Populares de la Salud.
Palestina