Contra la participación del Estado imperialista español en la agresión al pueblo iraquà­

07/03/2003

Comunicado del Partido Comunista de España (reconstituido)-Fraccià³n Octubre

Los imperialistas yankis y británicos están ya prestos a lanzarse cuanto antes como buitres sobre Irak con el apoyo militar encubierto del Estado de Israel y el respaldo polà­tico y militar directo o indirecto de otros Estados imperialistas como España. Sea finalmente con el aval del Consejo de Seguridad de la ONU o sin à©l, la invasià³n podrà­a ser inminente. Tanta impaciencia por parte de Bush y su junta de "fundamentalistas cristianos", ansiosos por entrar a saco en Irak y comenzar a rediseñar de inmediato el mapa de Oriente Medio y zonas adyacentes, se corresponde con la necesidad de la burguesà­a imperialista norteamericana de afrontar urgentemente los retos internos y externos que se presentan ante ella.
Dos de esos retos están condicionando especialmente la polà­tica belicista de Bush. Por un lado, el imperialismo yanki debe hacer frente a los cada vez mayores estragos que está provocando la crisis econà³mica en EEUU. La cascada de quiebras de importantes empresas norteamericanas a lo largo de estos últimos meses es buena prueba de ello. Pero basta con ver el creciente dà©ficit de la balanza de pagos norteamericana, que el pasado año superà³ los 435 billones de dà³lares, para darse cuenta de que EEUU es un gigante econà³mico con los pies de barro. No sà³lo porque vive de prestado y de los capitales que succiona de todo el mundo, sino porque los grupos imperialistas yankis tienen que recurrir cada vez más para defender sus intereses al chantaje y a la amenaza de la fuerza. Eso sin contar las ventajas que le confiere el hecho de que el dà³lar tenga el estatuto de moneda de reserva mundial.
Por otro lado, si bien los EEUU ostentan la hegemonà­a mundial desde que desapareciese la URSS y se hundiese el campo socialista, esta hegemonà­a es cada vez más precaria. De ahà­ que Bush se haya propuesto apuntalarla cuanto antes en todos los planos mediante una polà­tica agresiva y belicista encaminada a poner a todo el mundo a sus pies e impedir la competencia polà­tica, econà³mica, tecnolà³gica y militar de sus rivales imperialistas. Estos son, en última instancia, los objetivos de la "campaña mundial contra el terrorismo" de Bush y de su propà³sito de culminar la guerra que iniciara su progenitor contra Irak, en 1991, aprovechando la trampa que entonces tendieran a Bagdad para que incorporase Kuwait al Estado iraquà­.
De que sean o no alcanzados esos objetivos depende la supervivencia de la dominacià³n polà­tica de la burguesà­a imperialista norteamericana en los propios EEUU.
Si los imperialistas yankis quieren invadir Irak y derrocar al rà©gimen de Sadam Husein, no es por la peligrosidad de las armas quà­micas y bacteriolà³gicas que tanto ellos como otros imperialistas le proporcionaron en otro tiempo para atacar a Irán. Tampoco porque el actual rà©gimen iraquà­ sea ahora menos "democrático" que cuando era aliado suyo, sino por otros motivos que precisamente tratan de ocultar. Estos no son otros que los de acabar con el peligroso desafà­o y mal ejemplo que supone para ellos el que Bagdad no se someta a sus dictados, sojuzgar al pueblo de Irak y apoderarse de sus yacimientos de hidrocarburos.
Estos propà³sitos los comparten tambià©n los demás Estados imperialistas, incluida Francia y Alemania. De otra forma no estarà­an apoyando desde hace años, en nombre de la ONU, un embargo tan criminal, como consecuencia del cual han muerto en doce años más de un millà³n personas (de ellas 800.000 niños menores de 5 años).
Esta nueva agresià³n que se prepara contra el pueblo iraquà­, es, además, una operacià³n de intimidacià³n preventiva contra todo el mundo. Contra los gobiernos enfrentados por diferentes motivos a EEUU, los llamados "Estados-canallas". Contra los pueblos y movimientos revolucionarios. Contra los gobiernos que les prestan vasallaje para que no sientan la tentacià³n de emanciparse de su dependencia. Contra los grupos imperialistas aliados y rivales y sus respectivos Estados para que renuncien a disputarles la hegemonà­a. Contra las masas populares norteamericanas, cuya resistencia creciente a la opresià³n y explotacià³n de que son objeto y su oposicià³n a la guerra son una grave amenaza para las pretensiones hegemà³nicas del imperialismo estadounidense. Incluso se podrà­a decir que el verdadero talà³n de Aquiles del poderà­o imperialista yanqui son las contradicciones de clase de la propia sociedad norteamericana.
Asà­ lo revelan, entre otros, dos de los acontecimientos polà­ticos más resonantes que se han producido en los tres últimos años en EEUU.
El primero fue el golpe de mano electoral con el que el sector más reaccionario y agresivo de la burguesà­a imperialista norteamericana impuso a Bush como presidente frente al candidato del Partido demà³crata a la Casa Blanca, al que apoyaban otros grupos imperialistas rivales. Estos últimos expresaban con su oposicià³n a Bush el temor a que fuesen lesionados sus intereses, como asà­ ha sido, pero tambià©n el temor a que las medidas abiertamente reaccionarias defendidas por Bush y su entorno agravasen el descontento de las masas populares norteamericanas contra el sistema, cosa que tambià©n está comenzando a suceder.
El segundo acontecimiento fue el golpe de Estado dado el 11 de septiembre por la junta de ultraderechistas que encabeza Bush. Señal de que à©stos encontraban serias dificultades para imponer su programa mesiánico y "regenerador" por los cauces habitualmente instituidos y, sobre todo, para poner en marcha sus planes belicistas.
Una de las primeras medidas tomadas por los golpistas fue la de abrogar de hecho las libertades y derechos cà­vicos en EEUU antes de que el Congreso aprobase la Ley Patrià³tica en nombre de la "seguridad nacional", de la "defensa de la patria" y de la "lucha contra el terrorismo". Esta abrogacià³n, reforzada últimamente por otras medidas del mismo corte, supone uno de los mayores ataques que se han producido en EEUU contra las tradiciones democráticas del pueblo norteamericano. Para justificar la necesidad de estas y otras tropelà­as y movilizar "patrià³ticamente" a las masas para que apoyen la campaña mundial de Bush contra el "terrorismo", los imperialistas han desatado al mismo tiempo una gran campaña mediática de psicosis y terror contra las masas, siguiendo la mejor tradicià³n terrorista de la burguesà­a imperialista norteamericana a lo largo de la historia de EEUU. Uno de los pretextos para justificarla ha sido la supuesta aparicià³n de una misteriosa epidemia de ántrax atribuida a la organizacià³n de Bin Laden. Para que no faltase ningún ingrediente en el montaje de dicha campaña la policà­a ha llevado a cabo miles de detenciones arbitrarias de residentes o ciudadanos de origen árabe o musulmán. Todavà­a en estas fechas cientos de ellos permanecen detenidos en secreto. Incluso no han faltado los linchamientos de árabes o musulmanes fomentados por los llamamientos de las autoridades a la delacià³n y a la caza del sospechoso de ser "terrorista". Indudablemente, Bush y su banda de fanáticos tratan de hacer algo parecido a lo que hicieran en otro tiempo las clases dominantes de algunos paà­ses europeos con los judà­os: utilizar a los residentes y ciudadanos norteamericanos de origen árabe o musulmán como chivos expiatorios con el fin de dividir a las masas, movilizarlas para la guerra en nombre de la "defensa de la patria" y paralizar su oposicià³n a la polà­tica belicista de la Casa Blanca.
Para los grupos imperialistas de EEUU, al igual que para otros grupos y Estados imperialistas, Irak y por extensià³n Oriente Medio tienen una importancia de primer orden tanto por su posicià³n geoestratà©gica, como por las enormes riquezas de gas y petrà³leo que su subsuelo encierra. Pero aún más la tiene para el imperialismo yanki y el Estado sionista de Israel, su más seguro aliado en la zona, ya que para ambos el control de Oriente Medio es algo vital. Lo que contrasta con el peligro que representa para ellos el hecho de que en casi todos los paà­ses que se encuentran dentro de esta regià³n o de sus aledaños se està© incubando la revolucià³n democrática y antiimperialista. Esto explica que todos los imperialistas, a pesar de sus intereses divergentes y de sus diferentes posiciones tácticas, compartan el objetivo de acabar con la resistencia creciente que les oponen los pueblos árabes y musulmanes, y, sobre todo, con el hueso más duro de roer: la resistencia heroica del pueblo palestino contra el ocupante israelà­, hoy convertida en bandera de la lucha de esos pueblos contra el feudalismo, el imperialismo y el sionismo. Esta es la principal razà³n por la que Bush ha dado carta blanca a Sharon para llevar a cabo el genocidio palestino, al tiempo que, por otro lado, los gobiernos de los paà­ses de la UE, entre ellos el de Aznar, apoyan bajo cuerda o son cà³mplices de los crà­menes que están cometiendo los sionistas en Palestina.
Es evidente que con esa polà­tica terrorista y genocida los sionistas pretenden asfixiar la resistencia del pueblo palestino, forzarlo a abandonar su tierra y preparar las condiciones para expulsarlo definitivamente de Palestina, a fin de hacer realidad el proyecto sionista del Gran Israel. Un proyecto mesiánico que Bush y su banda de "fundamentalistas cristianos" tambià©n comparten con sus mercenarios sionistas. La ocupacià³n de Irak y el derrocamiento del rà©gimen baasista iraquà­, su enemigo acà©rrimo, asà­ como la implantacià³n de un nuevo orden en Oriente Medio bajo la supremacà­a de EEUU, les dan la ocasià³n para dar más pasos en esa direccià³n. Más aún cuando Washington reserva al Estado de Israel el papel de principal gendarme en la zona, pues ya ni siquiera puede confiar en Turquà­a, Egipto y Arabia Saudita, cuyos regà­menes se encuentran cada vez más dà©biles e inermes ante la lucha de las masas.
El empeño de EEUU de acabar con la independencia polà­tica de Irak, donde Francia, Alemania y Rusia tienen importantes intereses, y su propà³sito de trazar un nuevo mapa en Oriente Medio como primer paso para hacer otro tanto en otras zonas del mundo, no cabe duda que está contribuyendo a hacer aflorar las contradicciones interimperialistas. Estas contradicciones son engendradas y agravadas por la crisis general de superproduccià³n absoluta de capital, iniciada en los años setenta, es decir, por la segunda crisis general de este tipo que se produce desde que el capitalismo entrase en su fase imperialista. Y ello es asà­ porque esta crisis, al limitar cada vez más el ciclo de valorizacià³n y acumulacià³n de capital, empuja a los grupos imperialistas, por una parte, a arrebatarse entre sà­ las ganancias y rentas que cada uno de ellos extrae de la explotacià³n de los obreros y de otros trabajadores; y, al mismo tiempo que tambià©n, por otra, les lleva a apoderarse de las ganancias y rentas que las clases dominantes de otros paà­ses extraen de la explotacià³n de sus propios trabajadores y de la esquilmacià³n de sus riquezas.
Por el momento, la pugna entre los imperialistas es sobre todo econà³mica y se está llevando a cabo preferentemente por medios relativamente "pacà­ficos" (guerras comerciales, arancelarias, monetarias o financieras), aunque tambià©n a travà©s de guerras entre Estados interpuestos con el fin de apoderarse de las fuentes de materias primas y crear o mantener sus áreas de influencia. Pero esta pugna econà³mica, a medida que se vayan agravando las rivalidades interimperialistas, tenderá cada vez más a convertirse en pugna polà­tica directa y abierta, como ya se observa ante la disputa en torno a Irak y lo que à©sta conlleva.
La misma unificacià³n econà³mica del mundo forzada por los grupos imperialistas de EEUU para salvarse a sà­ mismos de la crisis está contribuyendo a acelerar el fin de la hegemonà­a polà­tica estadounidense, ya que obliga a los demás grupos y Estados imperialistas a liberarse de la tutela yanqui. Alemania y Japà³n son un ejemplo tà­pico de cà³mo la polà­tica impositiva y chantajista de Washington les está impidiendo actuar independientemente para superar, en el primer caso, su actual debilitamiento econà³mico, y en el segundo, su ya persistente estancamiento. Esta pugna econà³mica y polà­tica aboca irremisiblemente a Alemania y Japà³n a un enfrentamiento cada vez mayor con los imperialistas yankis.
El hecho de que los gobiernos de Francia y Alemania se opongan al unilateralismo de Bush y a su estrategia de guerra preventiva contra Irak indica que no están dispuestos a aceptar las condiciones que les quieren imponer los imperialistas de EEUU. O lo que es lo mismo que no están dispuestos a aceptar su hegemonà­a mundial. La defensa de la utilizacià³n de los inspectores de la ONU como procedimiento para desarmar a Irak, apoyada por los gobiernos francà©s y alemán y tambià©n por Rusia, China y otros Estados, no es más que una forma encubierta de defender sus respectivos intereses, de rechazar las imposiciones de la Casa Blanca y de cuestionar el liderazgo norteamericano. Pues, naturalmente, no es lo mismo una entrada a saco en Irak de las tropas norteamericanas y británicas, que permitirà­a a Washington obrar a su antojo y repartir el botà­n con sus aliados, llevándose la parte del leà³n, que el hecho de que tenga que respetar y hacer concesiones a los intereses de los imperialistas franceses, alemanes y rusos. Este es el verdadero sentido de la oposicià³n a la guerra de Bush contra Irak por parte de los gobiernos de Chirac, Schröder y Putin.
Concretamente, en el caso de Francia y Alemania, su aparente oposicià³n a la guerra contra Irak responde fundamentalmente a dos motivaciones, por lo demás contrapuestas: a la defensa de sus propios intereses imperialistas y a la presià³n de las masas de ambos paà­ses. Incluso los gobiernos francà©s y alemán con el fin de forzar a Washington a llegar a un compromiso se están apoyando, debido a su debilidad frente a EEUU, en las grandes movilizaciones de masas que se están produciendo por todas partes contra la agresià³n a Irak. Que lleguen a un acuerdo de última hora entre ellos es algo que no hay que descartar. Aunque, eso sà­, en el marco de la ONU para tratar de cubrirse un poco las espaldas frente a las masas populares y los pueblos que verdaderamente se oponen a la bárbara agresià³n que se disponen a perpetrar contra Irak.
Otro ejemplo de cà³mo se están agudizando las contradicciones interimperialistas son las divisiones y tensiones que se están produciendo en el seno de la UE y de la OTAN. Lo que aboca tarde o temprano a estas dos organizaciones, al igual que a la ONU, a saltar por los aires. Las rupturas de la ONU y de la OTAN pueden ser relativamente fáciles, pero no asà­ en el caso de la UE, debido a los lazos e intereses comunes, sobre todo econà³micos, que se han ido tejiendo entre sus miembros. Pero si algo ponen de relieve las tensiones que se están produciendo en la UE ante la guerra contra Irak, azuzadas por EEUU, es la imposibilidad de ir más allá de una unià³n econà³mica y monetaria entre sus miembros y de unos u otros acuerdos polà­ticos puntuales. Es decir, la imposibilidad de hacer realidad bajo el imperialismo la idea de los Estados Unidos de Europa.
Las amenazas proferidas por EEUU contra Alemania, pero sobre todo contra Francia, de marginarlas totalmente del reparto de Irak, de cerrar la entrada de sus respectivos productos en el mercado norteamericano y de otras posibles represalias son tambià©n reveladoras del grado de antagonismo que está alcanzando la pugna de intereses entre los imperialistas. Cuándo esta pugna econà³mica y polà­tica entre ellos desembocará en una guerra directa y abierta (tanto si es caliente o frà­a, como si resulta una combinacià³n de ambas), es algo hoy imposible de prever. En cualquier caso, la agravacià³n de las contradicciones interimperialistas y el carácter antagà³nico que están asumiendo conducen a cada vez mayores enfrentamientos entre EEUU y otros paà­ses imperialistas y, en definitiva, a un enfrentamiento militar interimperialista.
Los capitalistas no tienen otra forma de superar temporalmente las crisis ni de solucionar las contradicciones entre ellos más que a travà©s de una guerra mundial en la que se dirima cuál será el Estado o Estados imperialistas que se alce o alcen con la hegemonà­a mundial. Sà³lo tras una ingente destruccià³n de vidas humanas, de capitales y otros medios de produccià³n causada por la guerra y la imposicià³n de un nuevo orden mundial por las potencias vencedoras, será posible reiniciar un nuevo ciclo de valorizacià³n y acumulacià³n de capital a escala mundial. Tanta destruccià³n solamente podrá ser evitada si se desarrolla un amplio y potente movimiento revolucionario mundial que facilite a las masas populares de uno o más paà­ses imperialistas beligerantes, encabezadas por la clase obrera y bajo la direccià³n del partido comunista, derrocar a la burguesà­a imperialista y obligar a los demás Estados contendientes a poner fin a la guerra.
Tambià©n es hoy prematuro, dada la complejidad de los factores que entran en juego, saber con precisià³n cuál será la là­nea divisoria de las alianzas entre unas y otras potencias imperialistas. Sobre todo en el caso de las más dà©biles, como España. No obstante, sà­ podemos afirmar una cosa: que las alianzas actuales no tienen por quà© ser necesariamente las mismas de mañana.
Uno de los factores que más condiciona a los imperialistas y que incluso influye en sus alianzas belicistas es la posicià³n que adopten las masas populares. Con ese fin tratan de conseguir tanto el apoyo de las masas de sus propios paà­ses como la simpatà­a de las masas de los Estados rivales. Para ello manipulan sus aspiraciones más nobles y sentidas y aprovechan sus prejuicios. Incluso algunos imperialistas, obligados por la situacià³n, se disfrazan de pacifistas y demà³cratas, como sucede ahora con los gobiernos de Francia y Alemania a los que Zapatero señala como modelo a Aznar. Los trabajadores no debemos apoyar en ninguna circunstancia a los imperialistas, sino apoyarnos en nuestras propias fuerzas y en las de los trabajadores de los demás paà­ses del mundo para oponernos a todo tipo de agresiones y guerras imperialistas.
La movilizacià³n masiva, heterogà©nea y multiforme contra la agresià³n a Irak que está teniendo lugar por todas partes y en particular en los paà­ses imperialistas, incluidos los EEUU, y la prontitud con la que las masas populares han reaccionado no tiene precedentes. Cierto que en las movilizaciones contra la guerra confluyen movimientos muy diversos, incluso algunos que sà³lo se proponen controlarlas e instrumentalizarlas en su propio beneficio y en el de otros imperialistas. Esto, en las actuales condiciones, es inevitable que suceda ya que en cierto modo se ven arrastrados por el impulso del movimiento contra la guerra, cuya fuerza interna lo orienta espontáneamente contra el imperialismo.Tambià©n es cierto que la actual protesta, dado su carácter espontáneo, la falta de direccià³n y de objetivos claros, es insuficiente para impedir que los imperialistas yankis y sus aliados agredan a Irak. Sin embargo, ya por el momento ha comenzado a condicionar y obstaculizar tanto los planes agresivos de los imperialistas yankis y de sus aliados y de obligarles a maniobrar, como de hacer otro tanto con sus rivales. Esto quiere decir que, a medida que el movimiento se desarrolle, aun dentro de su espontaneidad, condicionará y obstaculizará cada vez más a los imperialistas.
Para que el movimiento de oposicià³n a la guerra ate las manos a los imperialistas y desemboque finalmente en un poderoso movimiento antiimperialista y revolucionario que impida cualquier guerra de agresià³n o interimperialista, se requiere: primero, una participacià³n más activa, independiente y organizada de la clase obrera, la única clase que puede llevar hasta el final la lucha contra el imperialismo; segundo, todo lo anterior no será posible sin que la clase obrera se dote de fuertes partidos comunistas en cada paà­s, pues sà³lo à©stos podrán unificar, organizar a todos los movimientos parciales reivindicativos y de protesta de los diferentes sectores de las masas populares en un único y poderoso movimiento popular de resistencia y antiimperialista y conducirlo a la victoria. Es decir, al derrocamiento de la burguesà­a imperialista, principal responsable de la guerra y de la destruccià³n, sufrimientos y muertes que provoca.
Iniciativas como la de algunos grupos de ferroviarios ingleses que se niegan a conducir los "trenes de la muerte" o la huelga de los portuarios de Livorno (Italia) para no descargarlos, son un pequeño paso, aunque importante, en la adopcià³n de una posicià³n activa y de vanguardia contra la guerra por parte de la clase obrera. Tambià©n se están llevando a cabo sabotajes y otras acciones de masas en diferentes paà­ses imperialistas con el fin de obstaculizar el paso de los convoyes con material militar que, aunque ahora tengan escasa entidad e incidencia, apuntan a la necesidad de utilizar tambià©n contra el imperialismo mà©todos de lucha más contundentes.
En España las movilizaciones contra la agresià³n al pueblo iraquà­ han sido muy importantes. Tanto es asà­ que se puede afirmar que la oposicià³n a la guerra contra Irak se ha convertido en un clamor popular. Esto confirma que entre las masas populares de nuestro paà­s existe una alta conciencia antiimperialista y que los comunistas contamos con un terreno fà©rtil para realizar nuestra labor, encabezar el movimiento popular contra la guerra e imprimirle una direccià³n consecuentemente antiimperialista y revolucionaria. La responsabilidad que ello recae sobre nuestro Partido es muy grande. Y más lo será en el futuro si el Partido es capaz de comenzar a unir y agrupar en torno a à©l a los obreros más conscientes y avanzados y a lo más sano de las diferentes organizaciones o grupos que se declaran comunistas y que se sitúan a la izquierda de los restos del antiguo partido carrillista. La confluencia y agrupamiento de las fuerzas comunistas hoy existentes bajo un programa que adopte una estrategia y táctica revolucionarias justas y que exprese las aspiraciones revolucionarias de las masas, es lo que demanda cada vez más el desarrollo de la crisis econà³mica y polà­tica en nuestro paà­s. Esa confluencia se abrirá paso tarde o temprano, con o sin nuestro Partido, pues es una necesidad objetiva. Sà³lo entonces los comunistas estaremos en condiciones de dirigir el movimiento popular de resistencia y contra la guerra. De otra forma no podremos evitar que los partidos de la "izquierda" del rà©gimen utilicen la oposicià³n de las masas a la guerra y otros movimientos reivindicativos o de protesta de la clase obrera y el pueblo en beneficio de sus intereses bastardos, de unos u otros sectores de la burguesà­a financiera o de unos u otros Estados imperialistas.
Cada vez está más claro que la burguesà­a imperialista española se está viendo arrastrada por la crisis general del sistema capitalista a participar activamente en la pugna interimperialista, subordinándose a los grupos y Estados imperialistas más fuertes y agresivos. Otra cosa no puede hacer un Estado imperialista de segunda fila, como España. Por otro lado, tambià©n la debilidad del rà©gimen monárquico, provocada por la resistencia de las masas populares, obliga a los imperialistas españoles a ponerse bajo el paraguas protector de las potencias imperialistas más fuertes.
Durante un tiempo ese paraguas protector ha sido compartido de alguna manera por la Unià³n Europea y, en menor medida, por EEUU, especialmente por lo que se refiere al terreno militar. Pero cuando la crisis econà³mica ha hecho arreciar la pugna de intereses entre los grupos imperialistas norteamericanos y europeos y esta última ha comenzando a dar al traste con la relativa estabilidad de las relaciones interimperialistas, el sector de la gran burguesà­a financiera que apoya a Aznar, muy ligado al capital financiero norteamericano, no podà­a dejar escapar la ocasià³n de optar por el padrinazgo de Washington. Más aún despuà©s de acabárseles el maná (và­a subvenciones o fondos estructurales) de la UE ante su ampliacià³n a numerosos paà­ses del Este de Europa; de ser rechazada la participacià³n de algunos grupos financieros españoles en diferentes proyectos industriales "europeos", y de negarse los Gobiernos francà©s y alemán a la entrada de España en el "núcleo duro" de la UE. Todo esto, unido al hecho de salir trasquilados de la aventura hispanoamericana a causa de la incidencia de la crisis econà³mica en Argentina y otros paà­ses, no cabe duda que ha contribuido a que los sectores imperialistas españoles que apoyan a Aznar hayan visto en EEUU una tabla de salvacià³n. Esto es lo que realmente explica el apoyo servil e incondicional de Aznar al belicismo de Bush en contra del sentir mayoritario de las masas populares y de los intereses de otros sectores burgueses del rà©gimen. Y es que por mucho pote que ahora se dà© Aznar con su "relacià³n especial" con Bush y por mucho que pretenda redorar, siguiendo el ejemplo de Felipe González, los viejos blasones imperiales ya oxidados de la monarquà­a española, el moderno y tardà­o imperialismo español no puede aspirar a ejercer otro papel internacional que el de simple escudero, expuesto siempre a recibir las patadas de su amo y señor en el trasero, sea norteamericano o alemán..
Por mucho que Aznar alardee de haber establecido una "relacià³n especial" con Washington, que, salvo à©l y los que están en el ajo nadie sabe muy bien en quà© consiste realmente (damos por sentado que es una alianza con sus correspondientes cláusulas secretas), esa "relacià³n especial" nada tiene que ver, desde luego, con la alianza entre iguales que existe desde hace años entre los imperialistas yankis y británicos. Basta ver el trato dispensado por Washington al Gobierno de Aznar, despuà©s del apresamiento por un buque de guerra español de un navà­o coreano con armas destinadas a Yemen, para darse cuenta de que es una alianza de vasallaje.
Es evidente que EEUU está interesado en esa "alianza" con España, sobre todo por razones militares y polà­ticas. En el plano militar, por la posicià³n geoestratà©gica tan importante que ocupa nuestro paà­s, por las facilidades que recibe para utilizar las bases que tiene instaladas en à©l y porque, aunque no sea tan importante, puede contar a bajo precio con el ejà©rcito español para utilizarlo como fuerza auxiliar en diferentes tareas. En cuanto al plano polà­tico han podido pesar en Washington dos razones fundamentales: una, la necesidad de contar con el apoyo del Gobierno de Aznar en estos momentos a fin de intensificar y reforzar la labor de zapa en la UE junto a Blair, Berlusconi y otros y aislar, o en su caso romper, el eje franco-alemán; otra, la pretensià³n del imperialismo norteamericano de aprovechar los lazos y relaciones de diverso tipo que existen entre España y Latinoamà©rica para recuperar su influencia en algunos paà­ses y reforzarla en otros.
En cuanto a las promesas que haya podido hacer el imperialismo yanki a Aznar para que dejase de intentar cortejar a Alemania y Francia y se alinease con à©l, podrà­an ser diversas y de diferente naturaleza. En el caso de las promesas econà³micas, podrà­an ir desde la concesià³n en Irak de algún yacimiento de gas o petrà³leo a algunas empresas españolas, como Repsol, y facilitar las alianzas entre grupos econà³micos o financieros norteamericanos y españoles, como la que acaba de establecer el Bank of Amà©rica con el Banco Santander Central Hispano para hacer negocios comunes en Mà©jico y EEUU, hasta dar facilidades a la exportacià³n de productos españoles y a las inversiones de capital español en EEUU. En cuanto a las promesas diplomáticas o polà­ticas el abanico podrà­a ser amplio. En primer lugar, la de utilizar los buenos oficios de la Casa Blanca para que la monarquà­a marroquà­ llegue a un compromiso con España en algunos contenciosos como el de Ceuta, Melilla y diferentes islotes, reclamados justamente por el pueblo marroquà­. A cambio de ello España dejarà­a de defender el derecho a la autodeterminacià³n del ex-Sahara español y de respaldar, por tanto, la posicià³n del Frente Polisario. Aparte, claro está, de instar a sus aliados británicos a que lleguen a un acuerdo definitivo sobre la soberanà­a del peñà³n de Gibraltar que satisfaga al Gobierno de Madrid. Tambià©n es posible que Bush, de acuerdo con su interà©s en que el Gobierno español le eche una mano en Latinoamà©rica, le haya prometido a Aznar reconocer al Estado español un papel de intermediacià³n entre EEUU y los gobiernos de sus antiguas colonias. Y como de promesas se trata mientras no se hagan realidad, Bush ha podido prometer incluso apadrinar la candidatura de España al G-8.
Pero por muy estratà©gico que el alineamiento con EEUU sea para Aznar y el sector de la oligarquà­a financiera que le respalda, por mucho que esa "relacià³n especial" con EEUU contribuya a satisfacer su aspiracià³n de potenciar, como dicen, el papel internacional de España, y por muchas que sean las promesas que el Gobierno norteamericano haya hecho a Aznar y a sus socios, tal "alianza" no tiene una base sà³lida ni se le puede augurar larga vida. Primero, porque la mayorà­a de las masas populares está contra el imperialismo yanki. Segundo, porque la creciente debilidad del Gobierno del PP y por extensià³n del rà©gimen monárquico, asà­ como el rechazo que ambos encuentran entre la clase obrera y otros sectores populares y particularmente entre los pueblos vasco, catalán y gallego, más aún despuà©s de lo sucedido con el Prestige. Tercero, porque el rechazo de las masas populares al actual Gobierno ha disminuido considerablemente las posibilidades de que se mantenga el PP en la Moncloa como garante de la alianza con EEUU. Cuarto, porque la alianza con el imperialismo norteamericano se hace en detrimento de otros grupos imperialistas españoles con lazos e intereses con diferentes grupos financieros franceses, alemanes y de otros paà­ses de la UE. Quinto, porque Parà­s y Berlà­n no se van a quedar de brazos cruzados y van a hacer todo lo posible para conseguir romper el idilio hispano-norteamericano.
Muchos de estos factores y otros, como la desorientacià³n y desorganizacià³n de las masas populares, tratan de ser aprovechados por los "nuevos" dirigentes del PSOE para retornar a la Moncloa con la ayuda de sus padrinos de la burguesà­a imperialista española y de los dirigentes de IU y del BNG. Para ello están aprovechando cualquier manifestacià³n de descontento de las masas para controlarla y desviarla en beneficio de sus intereses bastardos y echando mano a raudales de la demagogia como en los tiempos de Felipe González. ¡Quià©n no se recuerda de su "antifranquismo", de su "defensa" del derecho a la autodeterminacià³n o de su "antiotanismo" y "antiamericanismo" y en lo que quedaron convertidos despuà©s! Esa misma jugada es la que intentan repetir ahora Zapatero y sus acà³litos con su discurso "republicano", "antifranquista", "antiyanqui" y "pacifista". De otra forma no conseguirà­an hacer olvidar la implicacià³n de Felipe González, Guerra, Benegas, Barrionuevo y otros en los crà­menes de los GAL, como tampoco los aplausos a los mismos por parte de los "nuevos" y no tan nuevos dirigentes del PSOE. Hasta utilizan los mismos trucos dialà©cticos a los que era aficionado el tándem González-Guerra, afirmando que están en contra de la agresià³n a Irak ("con o sin aval de la ONU"). Asà­, si finalmente se produce el ataque, pero bajo los auspicios de la ONU, lo acatarán, pero se opondrán a à©l y lo criticarán, según afirma Zapatero. Un juego de palabras que nos recuerda la vieja añagaza felipista del referà©ndum sobre la OTAN, expresada por el eslogan "De entrada, no a la OTAN". Esto se traducirà­a de inmediato en meternos en ella de cabeza y por la puerta falsa, tras un referà©ndum trucado. Y más tarde, en apoyar polà­tica y militarmente a EEUU, en darle todo tipo de facilidades para que la aviacià³n norteamericana utilizase las bases yankis en España para bombardear a Irak. Incluso uno de los dirigentes del PSOE, Solana, acabarà­a por ser secretario general de la OTAN y por refrendar las agresiones llevadas a cabo contra Yugoslavia bajo su mandato.
Es muy posible que con esos mà©todos tramposos los dirigentes del PSOE consigan una buena cosecha de votos en las diferentes elecciones que se avecinan. Tampoco descartamos, a la vista del clamor popular contra el Gobierno de Aznar y la Xunta de Fraga, que en los prà³ximos comicios generales consigan llegar a la Moncloa. Pero de lo que sà­ estamos seguros es de que si Zapatero llega la Moncloa y se produce otra guerra como la de Irak va a tener la ocasià³n de acatarla, exista todavà­a o no la ONU. Eso si no tiene que acatar otra mucho peor bajo el "aval" de los imperialistas españoles y "en nombre de la patria", siguiendo el mismo camino de su acatamiento a la polà­tica "antiterrorista" y de otras medidas antipopulares llevadas a cabo por el Gobierno de Aznar.
Dirigentes de partidos como el PSOE, IU y de otros grupos y organizaciones que dicen estar contra la guerra y que siempre están del lado de la burguesà­a imperialista, sà³lo se proponen utilizar las movilizaciones de las masas populares contra la agresià³n a Irak para defender los intereses de determinados sectores de la burguesà­a imperialista española y de sus aliados exteriores. A estos "pacifistas" debemos denunciarlos ante las masas como socialimperialistas.
La mejor forma de poner al descubierto la falsa oposicià³n a la guerra de los Zapatero, Llamazares y compañà­a es la de ligar las movilizaciones contra la agresià³n al pueblo iraquà­ a la lucha por las reivindicaciones populares, a la denuncia del apoyo abierto de los dirigentes del PSOE a la polà­tica antiobrera y antipopular del gobierno de Aznar y, en particular, a las medidas represivas que este último viene tomando: desde su respaldo y contribucià³n a la Ley de Partidos hasta la subsuncià³n por el nuevo Cà³digo penal de toda la legislacià³n "antiterrorista" con el objetivo de "normalizar" y generalizar la represià³n.
En consecuencia con ello, nadie puede decir que se opone verdaderamente a la agresià³n contra Irak y a la participacià³n del Estado español en ella si no lucha contra la eliminacià³n de las conquistas laborales, sociales y polà­ticas de las masas trabajadoras por la burguesà­a imperialista española y contra todos sus planes y medidas represivas, las tome a travà©s de un Gobierno de derechas o de uno de "izquierda". Estas medidas no se pueden separar de la guerra de exterminio y preventiva que la burguesà­a financiera española, al igual que las demás burguesà­as imperialistas, está llevando a cabo de forma soterrada desde hace años contra las masas populares con diversos fines: para incrementar la explotacià³n y hacer frente a la crisis econà³mica capitalista a expensas de los trabajadores, para lo cual provoca directa o indirectamente todos los años decenas de miles de muertos; para reprimir y doblegar todo atisbo de resistencia popular, por pequeño que sea, y amedrentar a las masas; y, por último, para que cuando la guerra interimperialista estalle poder llevar más fácilmente a la juventud al matadero.
Los enormes gastos que los imperialistas españoles están haciendo para mejorar la eficacia de las fuerzas policiales y del ejà©rcito y modernizar su material y armamento de cara, según los casos, a la represià³n interior o bien a la guerra exterior, los pagamos y pagaremos los trabajadores. La guerra (y, en particular, la guerra interimperialista) es para los grandes capitalistas un fabuloso negocio, mientras que para la clase obrera y el resto del pueblo es sinà³nimo de salarios de hambre, mayores privaciones, miseria sufrimiento y muerte.
Hoy los imperialistas se disponen a agredir al pueblo iraquà­, pero mañana le tocará a otro pueblo o paà­s, como ya nos anuncia Bush con la lista negra que ha confeccionado. Prosigamos y extendamos las movilizaciones contra la guerra. Organicemos juntas o plataformas unitarias de resistencia, contra la guerra y el imperialismo en cada fábrica o centro de trabajo, en cada barrio, en cada facultad o escuela, en cada instituto. Exijamos el desalojo de las bases yankis y de otros paà­ses imperialistas de nuestro paà­s y la retirada de España de la OTAN o de cualquier otra organizacià³n militar imperialista. Unamos la lucha contra la guerra a la lucha contra la burguesà­a imperialista española y su rà©gimen monárquico y levantemos la bandera de la República Popular.

¡Alto a la agresià³n imperialista contra el pueblo iraquà­!
¡Contra la participacià³n en ella de los imperialistas españoles!
¡Apoyemos la heroica resistencia del pueblo palestino contra
el sionismo y el imperialismo¡
¡Por el fortalecimiento del PCE (r) y la unià³n en torno a un mismo
programa de todos los comunistas!
¡Agrupemos fuerzas para organizar un amplio y fuerte movimiento
de resistencia popular y antiimperialista!