La masacre de Faluya para dar và­a libre a las elecciones yanquis en Irak

27/12/2004

Resolucià³n de Comità© Polà­tico del Campo Antiimperialista

Perspectivas de la resistencia y las tareas de los antiimperialistas

La masacre de Faluya cometida por los ocupantes yanquis en Noviembre 2004 es un claro crimen contra la humanidad. A un número desconocido de habitantes de la ciudad, por lo menos unos diez miles de civiles, fue cortado el suministro de agua y comida y negado el tratamiento medico en una ciudad cercada. Fueron bombardeados por aviones, helicà³pteros y artillerà­a pesada haciendo pedazos unos 50.000 casas, frecuentemente con sus habitantes todavà­a adentro. Apoyándose en la total discrepancia de medios militares, los marines yanquis cobardemente trataron de evitar todo combate callejero. Cuando enfrentaban resistencia se retiraron llamando nuevamente refuerzo aà©reo. Los EE.UU. ni vacilaban a usar fà³sforo y napálm. Faluya asà­ fue convertido en una matadero de la última tecnologà­a militar, un sitio de destruccià³n industrial de masas de seres humanos que inevitablemente hace recordar Hiroshima. No es por casualidad que ni semanas despuà©s de la carnicerà­a partes de la ciudad quedan bajo asedio para evitar el acceso de cualquier testigo.

El objetivo del genocidio no era sà³lo el aniquilamiento de la resistencia armada popular que, derrotando a los yanquis en Abril del 2004, han vuelto Faluya un sà­mbolo para todo el pueblo iraquà­ que lucha. La masacre era tambià©n una señal clara a todo el pueblo iraquà­ y el entero pueblo árabe-islámico que cualquier resistencia será aniquilada a sangre y fuego.

Sin embargo, los golpes de la guerrilla en otras partes como Mosul y la continua resistencia heroica de un puñado de combatientes en Faluya prueban que la resistencia no ha sido derrotada militarmente ni mucho menos polà­ticamente. Al mismo tiempo la masacre ha provocado un boicot casi total de las elecciones yanquis previstas pasa el 30 de enero 2005, por lo menos en el ámbito sunnà­ – algo que no era por nada dado antes.

Despuà©s de los intentos fallidos a dar alguna legitimidad al rà©gimen tà­tere yanqui de Bagdad como por ejemplo con el teatro ridà­culo de la "trasferencia de poderes", las elecciones son el último y principal recurso de los ocupantes. Han puesto toda su esperanza en los comicios, asà­ que mucho está en juego.

Actualmente hay un acuerdo fuerte entre los ocupantes y el clero chià­ta, sobre todo con el Ayatolá Ali al-Sistani, sobre la realizacià³n de las elecciones. Pero la base socio-polà­tica de la colaboracià³n, las clases medias chià­tas, ha sido debilitados significativamente tanto en tà©rminos socio-econà³micos como polà­ticos.

Era el movimiento de las clases populares dirigido por Muqtada al–Sadr que lograba canalizar la voluntad de resistencia contra la ocupacià³n de las capas mas pobres, pero tambià©n arrastraba sectores importantes de las clases medias, incluso transversal a las fronteras culturales de las comunidades chià­ta y sunnà­ como se revelaba durante el levantamiento popular de Abril 2004.

Sin embargo, el papel de Muqtada ha sido ambiguo desde el inicio. En un primer momento rechazà³ la resistencia armada como baathista. Despuà©s, con el ataque directo de los EE.UU. contra su movimiento y su persona, se vio obligado a reaccionar con el levantamiento de Abril. A pesar de su debilidad militar comparado a las capacidades de la resistencia surgida desde las antiguas fuerzas armadas, el impacto polà­tico del levantamiento lo convertà­a en el dirigente incuestionable de las clases bajas – principalmente chià­tas, pero no exclusivamente. El ataque yanqui contra Nayaf en Agosto era, a pesar de la tremenda inferioridad militar de la resistencia, una semi-victoria polà­tica que despuà©s al-Sadr lo convirtià³ en una semi-capitulacià³n. Llamà³ al desarme y prometià³ la participacià³n en el proceso polà­tico, o sea las elecciones manejadas por los yanquis. Frente a la masacre de Faluya desde luego lo condenà³, pero a diferencia de Abril, no impulsaba un movimiento general de solidaridad que hubiera podido hacer demasiado alto los costos polà­ticos de la carnicerà­a para los ocupantes. A pesar de su reciente amenaza de abstencià³n en las elecciones, sus pronunciamientos eran muy tácitos y hay rumores de negociaciones secretas con al-Sistani sobre una posible participacià³n.

En última instancia Muqtada siempre oscila entre los intereses de las clases populares, el clero del cual forma parte, y la là­nea iranà­ que se adapta según la coyuntura polà­tica. Su decisià³n de participar o no en las elecciones en todo caso será decisivo porque influirá significativamente en la legitimacià³n de los comicios.

Pero ya hay voces claras desde el mismo ámbito chià­ta que llaman a boicotear las elecciones como el clero Jawad al-Khalisi que dirige el movimiento multi-confesional "Congreso de Fundacià³n Nacional Iraquà­" lo que pone presià³n sobre el movimiento de al-Sadr. Como la relacià³n de las clases pobres con la dirigencia clerical no es orgánica, una posicià³n ambigua de Muqtada podrà­a llevar al surgimiento de nuevas fuerzas mas radicales dentro del ambiente islámico, mezclándose con algunos elementos izquierdistas y comunistas restantes.

Es de ver si las elecciones lograrán estabilizar la situacià³n a favor de los ocupantes. En lo inmediato no es de excluir que una integracià³n de las clases medias chià­tas podrà­a llevar a un cierto aislamiento de la resistencia sunni lo que harà­a imposible para mucho tiempo un frente polà­tico de la resistencia y podrà­a empujar al movimiento guerrillero hacia una là­nea mas militarista que a su vez agrandarà­a el abismo. Esto podrà­a abrir tendencias a la guerra civil confesional como variante de los planes yanquis. Sin embargo, las clases medias chià­tas no tienen ninguna tradicià³n en dirigir el Estado y los elementos burgueses de aquel ambiente han sido en el exterior para largos años y asà­ son ajenos y sin base social en el paà­s como era el caso de Chalabi y ahora Alawi. No tienen seguidores orgánicos y su poder siempre arriesga a quedar raquà­tico a pesar de posibles votos en las elecciones. Todo esto son aspectos que contradicen a una estabilizacià³n. Además, las perspectivas econà³micas de las clases medias quedan precarias ante una resistencia que seguramente continuará. Su fuerza de aglutinar, hegemonizar o por lo menos neutralizar a las clases pobres probablemente desaparecerá rápidamente pocos meses despuà©s de las elecciones. Esto podrà­a llevar a un retorno mas claro y mas decidido de las masas populares chià­tas hacia la resistencia antiimperialista combinada con una dinámica social-revolucionaria.

Nuestras tareas prioritarias y prácticas como antiimperialistas lo consideramos:

1. Una campaña contra la farsa electoral denunciando su carácter colonial tomando el ejemplo de Abduljabbar al-Kubaysi, dirigente polà­tico en la resistencia y desaparecido por los ocupantes. Esto implica actividades como interrogaciones parlamentarias, presià³n sobre AI y la Cruz Roja culminando en una delegacià³n prominente a Irak que investiga el caso.

2. Una conferencia europea en apoyo a la resistencia iraquà­ combinada con un dà­a internacional de accià³n. Esto debe fortalecer el movimiento de los Comità©s Irak Libre.

3. Construyendo lazos con las corrientes antiimperialistas y mas revolucionarias del movimiento chià­ta islámico en Irak.

4 de Diciembre 2004