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Bolivia: Bush pierde a un titere, pero gana a otro Lula

26. December 2005

Analisis de la editorial Econoticias Bolivia” sobre la eleccià³n de Evo Morales como nuevo presidente boliviano

La
Paz, julio 19, 2005.- La administracià³n Bush quedà³ notificada
este domingo desde Bolivia con dos noticias, una mala y otra casi buena. La
amarga le dice que la ficha favorita de Washington, el ultraderechista Jorge
“Tuto” Quiroga, fue aplastado en las elecciones. La casi buena le
dice que el vencedor en las urnas y futuro presidente de nueve millones de
bolivianos, el là­der indà­gena Evo Morales, quiere y puede convertirse
en un nuevo Lula, en un nuevo Kirchner.

Los
primeros resultados de la votacià³n, –que dan cuenta que Evo, el là­der
cocalero y jefe del Movimiento al Socialismo (MAS), logrà³ el 51 por
ciento de los votos y que Tuto, el ex presidente de la República y
conductor de la agrupacià³n fascistoide de Podemos, alcanzà³ apenas
el 31 por ciento–, no sorprendieron sin embargo demasiado a Washington, que
ya desde la pasada semana cambià³ de estrategia y virà³ hacia
el primero, abandonando al segundo. La nueva orientacià³n de Bush, impuesta
por las circunstancias y el voto, es liquidar la insurgencia popular de los
andinos a travà©s de un gobierno populista que controle y ponga en cintura
a los sindicatos más rebeldes y ya no mediante la ultraderecha y los
militares. Al menos temporalmente (Ver: EEUU ya juega con la
opcià³n Evo presidente, en www.econoticiasbolivia.com).

La
contundencia del repudio popular a los polà­ticos y partidos ligados
a Estados Unidos, a las transnacionales y al neoliberalismo, reflejadas masivamente
en las urnas, le confirma a Washington que ya no tendrá un tà­tere
a la cabeza del gobierno boliviano, tal como habà­a ocurrido desde el
último cuarto de siglo con Gonzalo Sánchez de Lozada, Carlos
Mesa, Hugo Banzer, Jaime Paz y el propio Quiroga, todos ellos obsecuentes
y sumidos con el Imperio y muy duros con el pueblo.

Pero
como premio consuelo, en vez de la acostumbrada marioneta, emerge el là­der
indà­gena, el cocalero Evo Morales, que está dispuesto a seguir
el ejemplo de los Lula y los Kirchner, que muestran a plenitud su antiimperialismo
pagando la deuda externa al Fondo Monetario Internacional (FMI) con el hambre
de sus pueblos, manteniendo en pie las polà­ticas que fomentan la pobreza
y destruyen la economà­a popular.

EN
LA LÍNEA DEL HERMANO MAYOR

El
là­der cocalero es, a despecho de la leyenda negra que le tejen los
halcones de Washington y los sectores más reaccionarios y fascistas
dentro y fuera de Bolivia, un dirigente campesino que ha moderado mucho su
lenguaje y sus propuestas y que ahora está muy lejos de ser un revolucionario,
como dice interesadamente la romántica visià³n propalada por
los organismos internacionales no gubernamentales y la izquierda continental
que rodea a Lula, Chávez, Kirchner y Fidel.

El
propio Morales ya advertido que gobernará al estilo Lula, el obrero
que gobierna Brasil defendiendo al gran capital, al que llama constantemente
su hermano mayor, lo que significa que lo hará con gran virulencia
verbal contra Estados Unidos, pero sin tocar los grandes intereses y negocios
de las transnacionales y el Imperio.

Evo
es, en lo esencial, un representante de la izquierda democrática, capaz
de dividir a los sindicatos y organizaciones más combativas y revolucionarias,
tal como lo hizo en el pasado. Su estilo de gobierno no será ajeno
al de los presidentes y gobiernos que lanzan ardientes proclamas antiimperialistas,
pero que gobiernan con las recetas de Washington, con las mismas polà­ticas
contrarias al pueblo definidas por los organismos internacionales.

Y
esto lo sabe la administracià³n Bush, notificada en las últimas
semanas por el propio Evo y su estado mayor, que ya han reconocido que gobernarán
con las mismas polà­ticas y leyes neoliberales que rigen en Bolivia
desde 1985, respetando la propiedad privada, la inversià³n extranjera
y los multimillonarios negocios de las petroleras (ver: Indigenismo
sumiso, ultraderecha y revolucià³n, en www.econoticiasbolivia.com).

EL
TIMO DE LA NACIONALIZACIÓN

En
todo caso, la polà­tica gubernamental que se impondrá en Bolivia
es poner el guiñador para la izquierda, pero para marchar hacia la
derecha. Y el caso más emblemático de esta nueva polà­tica
es la “nacionalizacià³n” de los hidrocarburos que harán
Evo y el MAS. Según anuncià³ oficialmente el primer senador electo
del MAS y miembro de la cúpula masista, Antonio Peredo, el gobierno
del cocalero pondrá en plena vigencia la ley de hidrocarburos 3058
y firmará nuevos contratos con las petroleras que controlan las reservas
de gas y petrà³leo de Bolivia, valuadas en más de cien mil millones
de dà³lares. Esta accià³n, que reportará anualmente más
de 100 millones de ingresos al Estado, es presentada como una nacionalizacià³n
“responsable”.

Sin
embargo, pocos quieren recordar que la ley 3058, elaborada por los parlamentarios
neoliberales que cogobernaron con el ex presidente neoliberal Sánchez
de Lozada, fue la que precipità³ la caà­da de su sucesor, el ex
presidente Carlos Mesa, cuando las organizaciones sociales y populares, incluidos
los cocaleros y el MAS, se opusieron a su aprobacià³n en mayo y junio
del 2005, porque esta norma posibilitaba, a cambio de un poco más de
impuestos, legalizar los inconstitucionales e ilegales contratos de loas petroleras
(tal como dictaminà³ el Tribunal Constitucional, la máxima autoridad
judicial del paà­s).

Asà­,
desairando el pedido popular de rescatar los cien mil millones de dà³lares
en reservas que están en manos de las transnacionales, Evo y el MAS
están listos para negociar y legalizar los contratos petroleros al
amparo de la nueva ley pro petrolera, indemnizando a las transnacionales por
las pà©rdidas y/o daños econà³micos que tengan al adecuarse
a la nueva ley, que aumenta ligeramente los tributos y las obligaciones de
las petroleras. Toda una capitulacià³n que muestra de cuerpo entero
al primer presidente indà­gena que gobierna en Amà©rica Latina.

Ante
estas promesas, Repsol, Petrobras, Total, British Petroleum, Enron, Shell,
Panamerican Energy, Pluspetrol, Vintage y otras ya anunciaron su disposicià³n
para negociar con el nuevo gobierno (ver: “Evo ofrece
nuevas ventajas a las petroleras” en www.econoticiasbolivia.com).
En cambio, las organizaciones de masas, como la Central Obrera Boliviana,
la Federacià³n de Mineros y la Federacià³n de Juntas Vecinales
de El Alto, que dirigieron las insurrecciones populares del 2003 y del 2005,
conminaron a Morales para que nacionalice los hidrocarburos y expulse a las
transnacionales.

LA
VÍA CAPITALISTA

En
el campo econà³mico, Evo y el MAS proclaman el fin del neoliberalismo,
dicen que los votos le han dado un jaque mate al libre mercado. Pero à©ste
es sà³lo otro discurso más, porque mantendrán en pie la
libre contratacià³n –que somete a los obreros al gran capital y que
resta fuerza a los sindicatos–, y el libre comercio y la libre importacià³n,
que destruyen la economà­a campesina, que hunden en la miseria a los
campesinos pobres y que aniquila las fuerzas productivas de la industria y
la artesanà­a.

El
ideario masista contempla una mayor intervencià³n del Estado, pero sin
menoscabar la inversià³n e iniciativa privada. El objetivo declarado
es hacer una administracià³n gubernamental que consolide el “capitalismo
andino y amazà³nico” por los siguientes 50 o 100 años, prometiendo
una “sociedad justa y equitativa” (ver: La verdadera
cara del MAS de Evo Morales, en www.econoticiasbolivia.com).

Otra
promesa de Morales es mantener la “estabilidad econà³mica”,
controlando el dà©ficit fiscal, reduciendo los gastos públicos
e incrementando los ingresos, que viene sobre todo de los impuestos al consumo
que paga la gente. Música grata para los organismos internacionales
y para el FMI, que está listo para trabajar con los bolivianos, como
lo hace con Lula y Kirchner.

En
el tema de la coca, tampoco se prevà© cambios significativos en la actual
polà­tica. Evo y el MAS plantean mantener una produccià³n y legalizacià³n
limitadas de coca en El Chapare (3.200 hectáreas y un cato por familia),
tal como rige actualmente, con la anuencia de la administracià³n Bush.

ELECTORALISMO

En
los hechos, Evo y el MAS agitaron demagà³gicamente la nacionalizacià³n
de los hidrocarburos, el fin del neoliberalismo y de la exclusià³n social
y racial tan sà³lo como banderas electorales, para captar el voto ciudadano,
para llegar al gobierno, y trazar desde allà­ las mismas polà­ticas
antinacionales y antipopulares de siempre, preservando en lo esencial los
millonarios intereses de las petroleras, latifundistas, banqueros, empresas
mineras, agroindustriales y todos aquellos que saquean impunemente Bolivia
desde su fundacià³n hace casi dos siglos.

La
intencià³n de Evo y el MAS es desactivar la lucha popular desde los
propios sindicatos, coptando a las direcciones, combatiendo a los rebeldes
y revolucionarios, neutralizando la rebelià³n de los más pobres,
agitando la bandera antiimperialista para dividir a las organizaciones sociales
más combativas y revolucionarias.

En
este propà³sito, Evo y el MAS cuentan a su favor con la mayor votacià³n
de la historia democrática de Bolivia, con la adhesià³n de los
Lula, Kirchner, Chávez y Fidel, con el apoyo activo de las direcciones
sindicales y bases de cocaleros, de los mineros agrupados en cooperativas,
de amplias capas de campesinos pobres, de las clases medias que tienen muchas
esperanzas en ellos. Suficiente, por ahora, para detener a la COB, a la Federacià³n
de mineros asalariados, a gran parte de las juntas vecinales de El Alto, que
han convocado a desconfiar de Morales, que tienen en alto la bandera de la
nacionalizacià³n y el fin del neoliberalismo, y que esperan que se disipe
el fervor electoral para que Evo y el MAS muestren su verdadera cara, y ahà­
se reactive con fuerza otra vez la rebelià³n de los pobres contra el
imperialismo y las transnacionales (ver: La COB disputará
el poder al nuevo presidente, en www.econoticiasbolivia.com).

Washington
está conciente de ello y, por ahora, parece listo para trabajar y colaborar
con Evo y el MAS, esperando que el nuevo Lula de los Andes tenga à©xito
y larga vida. Si fracasa, el Norte está listo para recurrir a sus fichas
de siempre.

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